Nota
preliminar a El habla de una
experiencia (Ediciones
UNL, 2010, compilado por Osvaldo Aguirre y Gilda Di Crosta)
Hay libros que se pueden considerar
como obras de ensayo o crítica literaria, otros como derivados de la
investigación. Posiblemente ninguna de tales designaciones no le quepan a éste,
que intenta transcribir la palabra proferida en el XVIII Festival Internacionalde Poesía de Rosario, desarrollado entre el 21 y el 26 de septiembre de 2010.
Esa palabra, si bien escrita, estuvo escenificada en la oralidad, y fue
pronunciada en la oscilación entre el verso y la reflexión.
Tratamos de aprehender en estas
páginas la fuerza liberada en los días en que diferentes poéticas
contemporáneas –de distintas lenguas, historias y tradiciones– acontecieron en
las voces, que ambicionaban transferirlas en el presente del habla, aunque
diferida y dispersa, pero siempre en relación, siempre en el intercambio
público.
La reflexión sobre poesía tuvo un
lugar especial con la ponencia “La poesía en español empieza expulsando al español
del lenguaje”, de Julio Ortega. Además, el XVIII Festival Internacional de Poesía
de Rosario dedicó un homenaje a Juan Manuel Inchauspe (1940-1991), con la
reedición de su obra completa. Irina Garbatzky y Cristian Molina propusieron
una relectura de la obra del poeta santafesino. Aquí se publican ambos textos. En
la misma perspectiva, este libro ofrece un registro de lo enunciado por cinco
poetas (Antoni Marí, Rodolfo Hinostroza, Edgardo Zotto, Juan López y Martín
Rodríguez), que pusieron sus poéticas en relación con el pasado, para tratar de
dar cuenta de sus influencias y de su lugar en el tiempo, conscientes de que
dicha ubicación es su apreciación de la propia contemporaneidad. El poeta, a quien
sólo le interesa lo que hay de vivo
en
el pasado, construye su propia tradición por un trabajo de recreación que
incluye lealtades y traiciones; se apropia de los elementos y las formas ya
dadas, a veces para fundar una poética, a veces para oponerse a una poética
dominante, siempre para saber “la obra que se ha de hacer” (T. S. Eliot.).
Entre los debates suscitados en el
Festival, Alejandro Méndez vino a conversar con tres poetas, Ana Gorría,
Luciano Lamberti y Magalí Jorajuría, quienes integran el blog Las afinidades electivas de sus
respectivos países, para dialogar sobre los alcances del proyecto y del blog
como soporte textual. A su vez, otras dos poetas invitadas, Krystyna Rodowska y
Virna Teixeira, hablaron con Beatriz Vignoli sobre su trabajo como traductoras
y sobre algunos aspectos de la problemática de la traducción de poesía, acompañando
con lecturas de poemas de otros autores y sus respectivas versiones en su
lengua materna. En “Pasajes de la traducción” se reproducen algunos momentos de
la conversación.
El oficio de poeta tuvo otro ámbito de
abordaje en un ciclo de entrevistas que contó con la participación de Clemente
Riedemann, Irene Gruss y Roberto Raschella. Finalmente, a modo de apéndice, se
incluye una selección de textos de Wingston González y de las crónicas de Frank
Báez sobre sus días en Rosario.
Aunque un libro de algún modo responde
a una cierta unidad, que conlleva a un orden, El
habla de una experiencia, por su materia singular –una conferencia,
intervenciones críticas, paneles de discusión sobre la traducción y la tradición,
entrevistas públicas– renuncia a cualquier principio que dé cuenta de un
resultado último, acabado, y en todo caso intenta decir en su fragmentaria diversidad
el advenimiento de la palabra poética.
Entrevista
a Irene Gruss
por Agustín Alzari
Irene Gruss al frente de la Clínica de poesía del XVIII FIPR. Fotografía de Giselle Marino.
Irene Gruss (Buenos
Aires, 1950). Publicó los libros de poesía La
luz en la ventana (1982), El
mundo incompleto (1987), La
calma (1991), Sobre el asma (1995), Solo de contralto (1998), En el brillo de uno en el vidrio de uno (2000) y La dicha (2004). Además ha publicado la
nouvelle Una letra
familiar (Bajo la luna, 2007). En 2008 apareció La mitad de la verdad, su obra
reunida. Compiló la antología Poetas
argentinas (1940-1960) (2006). Coordina talleres de escritura desde
1986.
Agustín Alzari (Junín,
1979). Es Licenciado en Letras por la UNR y se desempeña como docente auxiliar
de Literatura Argentina II en esa misma universidad. En 2010 realizó la
introducción y la selección de textos para el libro Hacia allá y para acá, que
contiene, completa, la iconografía y las memorias de Florián Paucke.
— ¿Cómo eran los talleres de Mario Jorge de
Lellis o el de Aníbal Ponce, que creo fue anterior al de Lellis? Nos interesa conocer
un poco la cocina de todo esto, ¿de dónde venía la gente?, ¿cómo funcionaban?, ¿cómo
se accedía?
—La gente venía de todos lados, gente
tanto de narrativa como de poesía, llegó a haber músicos también. La
experiencia fue, más que atravesar, porque lo que te atraviesa sigue de largo,
fue una marca, algo que quedó en nosotros de una manera fuerte, porque no era
sólo el taller donde nos leíamos y nos dábamos palos. Se leía mucho. Daba
vergüenza no leer o no haber leído a tal autor. Eso es lo más rico que tuvo
para mí, más allá del intercambio. No era tanto un taller como se lo entiende
ahora, era sencillamente estar unas cuarenta personas –a veces más, a veces
menos– hablando de escritura, de autores y conversando acerca de los movimientos.
No es leer el poema y analizarlo. Ahí sencillamente se fundamentaba, pero más o
menos, donde más se fundamentaba fue en la experiencia que yo tuve en El escarabajo de oro y en El Ornitorrinco con
Abelardo Castillo, Liliana Heker. Incluso con la gente del Lagrimal, ya que había un contacto permanente.
De hecho Elvio Gandolfo paraba en casa durante muchos años en sus viajes de
Rosario a Montevideo. Y sí, hablar de escritura, de literatura, cosa que hoy en
día se da poco. Se habla más del puterío –soy muy mal hablada, sepan
disculpar–, de “che, lo viste a fulano, editó con mengano”, pero se habla muy
poco de escritura, es algo que yo todavía anhelo cuando me encuentro con gente.
De hecho, ahora tengo amigos con los que me escribo mails hablando de estética,
de literatura. En el taller De Lellis lo rico era que éramos totalmente distintos,
no parte de un solo movimiento, no éramos sólo objetivistas, como se dice por
ahí. Estaban Rubén Reches, Marcelo Cohen, el Turco Asís. Era un panorama
bastante amplio y también estábamos los novatos como yo. Entré escribiendo
cartas, todavía era muy chica, no me animaba, recién empezaba a escribir
poemas. Ahora, los palos que nos dábamos eran por ejemplo, sillas, literales. Uno
levantaba una silla, otro un zapato o nos levantábamos y nos íbamos al café de
la vuelta a hablar. Era muy rica la pasión por la escritura y la lectura. En El escarabajo fue mucho
más de elaboración, de análisis, del por qué tal cosa es buena o mala, por qué
hay que leer tal cosa y de hecho estaba la revista, que es un taller vivo.
—En esos grupos están los nombres vinculados a
una poesía que podríamos decir de izquierda, que tenía alguna relación con el
Partido Comunista argentino. A esa altura el Partido Comunista, por su propia
historia después de los 30 con los frentes populares, tenía una apertura a contemplar
otras estéticas, es decir no imponía una línea de realismo socialista…
—Los que éramos comunistas –porque no
todos lo éramos–, éramos los más críticos hacia las células de cultura del PC
contra lo dogmático, lo estalinista. Fuimos los primeros, creo yo, que
empezamos a denostar a la demagogia, a Benedetti, a la especulación de Neruda.
Pensá que en los 70 las ideas y la escritura iban de la mano. El que era
peronista era peronista y escribía, era poeta y estaba Santoro o Gelman o
Urondo, Conti, Guillermo Boido, hasta radicales más adelante como Aulicino que
se hizo alfonsinista. El vuelo ideológico que hizo cada uno depende de cada
uno. Pero tampoco estoy de acuerdo con que nos metan en la misma bolsa, porque no
todos éramos del PC, es más, la última camada está plagada de desaparecidos que
no pertenecían al PC y el taller feneció precisamente por la dictadura. Que sí
había gente que chapeaba con el PC, sí, pero también en cualquier lado, .no?
Pero éramos antidogmáticos, antitodo. Fuimos personajes del cuento “La
manifestación” de Jorge Asís y mirá ahora dónde está cada uno.
—Hay un poema –del libro que lleva el mismo título–
que es “Calma”, que tiene una cita de Juan L. Ortiz, también vinculado al Partido
Comunista. Insisto en esto del partido pero no para poner la impronta ahí que
ya lo aclaraste bien sino para…
—Juan L. al principio no era del PC
argentino, se hizo chinoísta, de hecho viajó a China con Mangieri y compañía.
Se alejó y no estuvo casi nada en el PC argentino.
—En la época que estaba con Agosti, en los 40…
—¿Pero sabés cuánto duró con Héctor
Agosti? Yo milité con Héctor Agosti, era un tipo muy inteligente, muy lúcido,
con una crítica muy mordaz hacia el estalinismo del PC argentino y por supuesto
fue comido por el PC. Pero yo acá quiero hablar de escritura porque no sé qué
tiene que ver el PC con Juan L. Ortiz y el poema en la “Calma”, porque no tiene
nada que ver. No es que no quiera meter la política, porque la tengo, mejor
dicho la ideología, la política no.
—En ese poema y en otros, incluso en algunas
entrevistas, hay como un vuelco a una relación con la naturaleza que podría ser
un vinculo con Juan L. Ortiz en tu obra y en este sentido, quería rescatarlo también,
y saber cómo tomaban en este punto a Tuñón, que es otro de los poetas
importantes de esa época. En el sentido de un antecedente y podríamos decir de un
espacio ideológico similar, digo, escriturariamente ¿cómo entra eso a la obra?
Porque parecen dos mundos separados. Los temas de una obra de Tuñón en un
sentido social y los temas que aparecen a lo largo de tu obra…
—No entiendo la pregunta. A ver si te
saco algo. Nosotros tuvimos la gloria, el lujo, de conocer a nuestros padres
literarios, de emborracharnos con Francisco Madariaga con todo Poesía Buenos Aires,
ir a visitar al laburo a Raúl Gustavo Aguirre; conocer a Olga Orozco, también a
Raúl González Tuñón. Mi hijo mayor lleva como segundo nombre Raúl por Tuñón. A
veces se sumaba lo ideológico pero era circunstancial, me parece, porque si el
padre de mis hijos y yo le pusimos Raúl a nuestro hijo mayor no fue porque era del
PC, porque Raúl no era del PC en esa época, estaba totalmente arrepentido de
las basuras que escribió en la época estalinista y lo explicitaba. Por supuesto
que era un hombre de izquierda, pero mi hijo se llama Raúl por el pensamiento
mágico de verdad, el asombro de Raúl González Tuñón por las cosas, la
personalidad del punto de vista frente a la gente, a los arbolitos, o a su
hijo, al pueblo o a una silla. Por eso grabamos el nombre de Raúl a nuestro hijo.
No es como cuando le ponés Ernesto por el Che Guevara o Pablo por Pablo Neruda,
es otra cosa. No es esa cosa militante, le voy a encajar Vladimir, Fidel o no
importa. Estábamos casados con la poesía, mi ex marido es Daniel Freidemberg,
que es uno de los mejores poetas de mi generación –quiero creer que yo soy
mejor, Fogwill decía eso. Eso aislalo. Una cosa es cómo usé yo esa cita de Juan
L en ese poema que no tiene nada que ver con la naturaleza sino con el padecer
o adolecer la vida o disfrutarla.
—En
tus libros la idea de obra esta, pero cada libro es realmente un universo muy
particular con sus propias reglas e incluso con su propia forma en el sentido
de cómo están estructurados a nivel formal también y en ese sentido quería saber
cómo fue la experiencia de reunirlos.
—Una tortura porque primero que son
siete libros, es mucho, y yo no puedo hacerme responsable del único discurso
que es esta obra reunida, me puedo hacer cargo del discurso de cada libro, pero
como todavía estoy viva no puedo, ni pienso hacerme cargo de siete libros más
lo que estoy escribiendo, que también es totalmente diferente a lo que venía
haciendo. Son distintas expresiones, cada libro es un mundo aparte.
—¿Hubo corrección?
—Sí, ojo, no fui necia… Traté de ser
leal a cuando fui adolescente y escribí poemas adolescentes, malos. Lo que sí
saqué, muy pocos, fueron poemas que para mí son absolutamente anecdóticos. No
tienen para mí ningún valor digno de volver a mostrar. El que tiene el libro,
la edición primera, que lo lea, pero personalmente no me interesa ahora mostrar
una anécdota, me interesa mostrar mi escritura.
—Podríamos concentrarnos en la diferencia
entre la ficción y la anécdota en tu escritura, que está muy presente en los mismos
poemas. Un libro paradigmático en este sentido es El asma, donde se podría confundir muy rápida y
tontamente el yo poético y tomar por un asmático a quien lo escribe. El libro tiene
una unidad, una respiración y un ritmo que da la impresión de una experiencia
vivida y sin embargo en realidad no importa si lo es o no, o en todo caso lo
que queda es la ficción. Esa diferencia entre la anécdota y la ficción, ¿es
algo que estas trabajando o que siempre tuviste en mente, o es algo que fue creciendo
a lo largo de tu escritura?
—Yo creo que fue creciendo y que
últimamente es una de mis obsesiones. Lamentablemente decidí aclarar en la obra
reunida que no soy asmática, pero lo hice por un tema que me estaba hinchando
muchísimo: cada vez que lo leía, oralmente, la lectura se transformaba en un
consultorio médico y me venían asmáticos, madres de asmáticos y me decían que
el ahogo del asmático es tal cual. Yo no tengo la culpa, yo tengo otra especie
de ahogo, por supuesto, sino no hubiese escrito sobre el asma sin contar con
que el tema de la respiración para mí, para la escritura, es algo más que fundamental.
Y empecé a leer acerca de eso y desde Safo hasta los orientales hablan de la
respiración de una manera mucho mejor que sobre el asma. No debería haber
puesto esa aclaración “no soy asmática” porque es subestimar al lector. ¿Me
explico? Pero francamente me cansé de que me digan “uy, que asmática” o “tiene
cáncer” y escribe sobre su cáncer. Ahora cómo trabajo yo o elaboro esa ficción,
lo hago de la misma manera como si escribiera un poema sobre el mar o de amor,
cualquier poema. No diferencio, salvo que fue una serie de poemas que pude
escribir de un tirón, igual que los poemas de la vista, el otro libro donde
hablo de la mirada y donde toco enfermedades puntuales de la vista, pero los
trabajo de otra manera, por supuesto. Esas son series que pude escribirlas de un
tirón por necesidad. No paraba hasta que no sentía que encajaba y hasta ese
poema no paraba. Tardé diez anos en elaborar cada una de esas series. Esa
respiración asmática la trabajé no con recursos, hubo una especie de engarce
entre mi ahogo y el ahogo supuestamente de un asmático, pero además creo que va
más allá esa serie, porque también está el vínculo con una madre, con la escritura,
con la lectura. Cito a Rousseau. Está lleno de citas, desde la Pizarnik hasta…
ahora ni me acuerdo, pero en la nota de autor yo afané a medio mundo y está
citado. Tomo también la letra de otros para que me ayuden a poder decir.
—Pensaba en la importancia de la respiración
en la escritura y ese otro vinculo importante, una marca, que es el tema de la respiración
en la música…
—Claro, para mí la escritura es una
partitura. No sé en qué clave –si bien yo estudié algo y me olvidé–, pero es
una partitura y hay que leerla como una partitura. Hay poetas que no saben leer
su respiración, por ejemplo, cortan un verso cuando escriben y lo leen de
corrido. O sea, no respetan esa respiración que mandó al escribirlo y para mí
es fundamental. Es como cuando Bach te encaja una fuga, bueno, mandá la fuga.
Esto no quiere decir que cuando se lee en voz alta uno no recree el poema, pero
convengamos –qué palabra espantosa convenir– que la poesía viene de los juglares
y de la oralidad, de la historia oral. A mí no me gustan los actores, no me
gusta cómo Cristina Banegas dice los poemas, para mí, personalmente, los
arruina, no sólo porque los sobreactúa sino porque no respeta la partitura, de
Gelman sobre todo. Hay una actitud demagógica, especulativa y especuladora de
dónde poner el acento, el golpe bajo, el efectismo. Y yo que lo conozco a Gelman,
y los pocos o los muchos que lo han escuchado decir sus poemas, es de una
humildad que a veces se le va la mano, porque él no es humilde. Hay actores
maravillosos como Urdapilleta, como Batato Barea, como Marta Pacamicci, como
Rita Cortese, que la adoro, es una capa porque recrea el poema, lo desacraliza
pero con un respeto hacia el sentido y hacia la respiración… chapeau! Hay muy pocos actores que saben
hacer eso.
—¿Como quedo en vos el mundo de la música? .Es
muy subterránea la vinculación? ¿Es una vinculación que podes manejar en el
momento de sentarte a escribir? La cuestión podría ser una pregunta acerca del
ritmo por ejemplo…
—Claro, es partitura. Uno en el poema
también percute y canta. Fijate Juan L. Ortiz, él trabaja las íes de una manera
colosal…
—“Luna de Pekín” es un poema entero dedicado a
la i…
—Entre otros. Lo que pasa es que no
sólo es oriental, es muy litoraleño. No nos quedemos con la cosa ponja Juan L…
—No, el mismo lo dice, que es del guaraní…
—Totalmente. Viajé hace dos o tres
meses a Paraguay, por primera vez, y encontré a una poeta que era bilingüe
–guaraní y castellano– y te juro que fue la confirmación. La pasión por el idioma,
los giros, las preguntas, con esas íes, no son japonesas o chinas, son absolutamente
argentinas y litoraleñas.
—A partir de la música, ¿cómo leés la poesía
en otras lenguas? ¿Cómo es posible la traducción o hasta donde es posible en poesía?
—Es un tema que está muy en el tapete
ahora y que siempre estuvo, o sea, nada nuevo bajo el sol. Lo que pasa es que
muchos poetas se han puesto a traducir, hablo de poetas de mi generación, y se
agarran entre ellos. Yo leo salpicado porque no conozco ninguna lengua, de
verdad. Conozco la Alianza Francesa, conozco un cacho de inglés, leo bilingüe
pero confieso que soy una bruta, no sé. A lo sumo me animé a traducir tres
poemas de Emily Dickinson porque los he leído desde que tengo memoria y porque
tengo una relación con la lectura en inglés de esos tres poemas en los que me
animé. En italiano yo leo mucho a César Pavese, pero no sé un pomo de la vela.
El tema de la traducción está muy en
el tapete ahora, por ejemplo, hay una cosa maravillosa, el otro día colgué en
el blog la traducción de “La urna griega” de Keats, traducida por Cortázar, y
Aulicino tiene una traducción fenomenal que la colgó hoy o ayer en su blog…
Está empezando a moverse todo eso, pero hay un problema que noto, que hay gente
que ni siquiera leyó bien, no tiene cultura y ya traduce. Gente joven… yo ahí
sí soy dogmática. Creo que hay que conocer no sólo la música de la lengua y del
habla de cada país, hay que saber, no como Armani, no quiero que se sepa como
Armani, pero yo creo que hay que haber vivido o tener ese tipo de casamiento
que yo tuve con esos tres poemas de Emily Dickinson. Sí, soy dogmática en el
trato del tú y del voseo cuando se traduce. A Carver lo podés tratar de vos en
un poema pero a Dickinson no, me parece que no, porque se hablaba de tú y de
usted, es más, el usted ella lo usa mucho pero como somos unos vagos y unos roñosos
no sabemos distinguir el you cuando es
usted y el you cuando es
vos o es tú. Francamente yo escribo, no me meto con el tema de la traducción
porque escribo y leo.
—¿Cómo funcionan en el proceso esas marcas que
quedaron de las lecturas que aparecen a lo largo de toda la obra? Y en el tema
puntual de los epígrafes .funcionan al final o son disparadores?
—No son solamente epígrafes, son
títulos. Afano, robo, hurto, mato y los mando como títulos de poemas. Es porque
no me sale a mí decirlo con otras palabras. Yo no podría decir de una manera mejor
“la fornicación es un pájaro lúgubre”. Decime quién lo puede decir mejor, yo
no, entonces !tra!, título de poema. O “Fiesta asesinada”, Raúl Gustavo Aguirre
me lo sirvió, o Paul Eluard, “fiesta asesinada”, !tra!, afano, más los
epígrafes. Yo no sé si son disparadores, son diálogos. Ahora estoy escribiendo
una serie de poemitas que no van a llegar ni al quinto, me parece, donde uso
tres citas: una de Faulkner, otra de Pavese y la otra de… –pucha, llegó el alemán,
Alzheimer. Bueno, no me acuerdo, sobre la pena y la nada, entre la pena y la
nada –a ver si alguien me tira el tercero. Son maravillosas y me puse a
escribir sobre esas cuestiones, qué me pasa a mí, qué elijo .la pena o la nada?
Yo elijo la nada aviso, de onda… !Baudelaire! Y converso, trabajo…
—Podes entrar leyendo a Baudelaire, en este
caso, y después el poema tuyo. Eso da una cosa muy particular que es poder reconstruir
ese dialogo. No sabía si venia antes o después… .Se puede decir que es una variación
sobre el mismo tema?
—Sí, es una variación en el sentido
musical, musical en el sentido técnicamente musical. Francamente como está muy
nuevo lo que estoy haciendo, primero que no quiero que se me pinche, segundo no
lo quiero quemar y a mí me gusta verbalizar una vez que mi idea está clara,
mientras tanto te podría decir cualquier verdura y sonaría bárbaro: estoy
haciendo una elaboración del contraste entre Baudelaire y… !minga!... Es una
especie de desagote de lavarropas, yo lo vivo así, viste cuando la manguera
desagota el semiautomático, viste el ruido que hace shshshshshshshshs… y vos decís:
.habrá quedado agua sucia adentro?... Personalmente, yo lo vivo así.
—Para hablar sobre lo ya escrito, Irene Gruss
publico una nouvelle en Bajo la luna, Una letra
familiar. Supongo que tiene
un componente autobiográfico y que resulta absolutamente enriquecedora al
respecto de tu poesía. .Como fue la experiencia de volcar a la prosa, contar
una historia, que la historia tenga sus personajes, que esos personajes tengan
una continuidad? ¿Cómo fue ese trabajo en prosa?
—Fue
una tortura china. Primero que esta nouvelle está trabajada en primera persona de una nena
desde los dos hasta los quince anos, entonces va creciendo el lenguaje. Ahora, si
ustedes me preguntan cómo habla la chica de dos, hago trampa; cuando la chica
tiene ocho dice “yo me acuerdo de cuando se murió mi abuelo”, pero es la
vivencia de la chica de dos con el lenguaje de la chica de ocho. Entonces fue
hermoso, pero también tortuoso, porque hay que meterse en el pellejo de la de
doce que cuenta cuando le viene la menstruación y también cuenta cuando era
chica y al viejo lo metieron en cana, por ejemplo. El tema con la poesía yo
creo que lo salvé porque son todas pastillitas, bloquecitos, no es una prosa fluida
y tiene mucha relación… no es poética… y sí es poética… yo que sé…, pero no es
una narración hecha y derecha. Sí puedo afirmar que no es poesía,
definitivamente no es la poesía que yo hago y fue muy grato para mí y todos me
preguntan por qué llegué sólo hasta los quince anos, es muy abrupto el corte.
Fue absolutamente adrede, porque para mí la infancia, la pubertad termina ahí.
Es abrupto, es doloroso y después empieza otra cosa. Creo que a partir de los
17 anos uno empieza a vivir de otra manera, a pensar, a sentir de otra manera,
es otra cosa. No sé si aquí hay gente que vino al taller hoy, pero esta mañana
preguntaba qué les conmovía cuando eran chicos y qué les conmueve ahora. Hay cierta
contaminación, muy alta, de manera tal que la gente ahora tapa por vergüenza o
angustia, no puede volver a esa edad donde la vivencia, que también trabajó
Pavese, en su Oficio
de poeta, los mitos. No digo pura, inocente !minga!,
pero es cruda, como cuando raspás una naranja. Es así de rica, y se te va el
juguito a los ojos, te pica. Y si yo seguía iba a intelectualizar, lo que no
quita que ahora me ponga con la prosa en esa historia.
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