¿Para qué creamos y nos jactamos de ser poetas?

Fotografía original: Jorge Capatto


El XX Festival Internacional de Poesía de Rosario está dedicado a Beatriz Vallejos (Santa Fe, 1922-Rosario, 2007), de quien se presentará su obra completa, publicada en coedición por la Editorial Municipal de Rosario y Ediciones UNL. La Universidad Nacional del Litoral anuncia también para septiembre la salida del libro que dejó inédito el poeta Rubén Sevlever.



Entrevista a Beatriz Vallejos 



Los poemas de Beatriz Vallejos (1922-2007) se cruzan suavemente, como los puntos de un tejido ancestral. Comienzan en 1945, con su primer libro, Alborada del canto, y desde entonces siguen y siguen, como textos que "se escriben solos" y penetran las imágenes del litoral, su transparencia y su misterio, a la par de un vasto desarrollo de una obra plástica. Pequeños seres que se nos brindan mediante un único golpe de vista, sus poemas condensan todo el peso y fragilidad que tienen las cosas más sencillas de la existencia: una gota de rocío en su punto máximo de gravidez, un atardecer convocado por entero en su "apaisado profundo", un grito elevando su peso temporal en el movimiento de atravesar dos orillas.



La obra de Beatriz Vallejos incluye, entre otros títulos, La rama del seibo (1963), El collar de arena, Horario corrido (1985), Lectura en el bambú (1987) y Del río de Heráclito (1999). En 2001 apareció El cántaro, una antología que recorre su producción. Después de haber pasado la mayor parte de su vida en San José del Rincón y Rosario, reside actualmente en Roldán, cerca de Rosario.

—Beatriz, ¿se “empieza” a escribir? ¿O es la poesía un modo de percepción diferente?
—¿Empezar? Siempre fue así. Desde la escuela, desde pequeña escribía. Yo me cohibía, escribía, por divertirme, sonetos con todos los chirimbolos. Pero cuando yo tenía que expresarme, la escritura ya adquirió su perfil indiscutible. Mirá, había un profesor de la Universidad, amigo de mi hermano, yo era chiquilina y un día me dice: “Beatriz, se pueden identificar sus poemas, aunque usted no los firme”. Y es cierto. Me puse a pensar, porque para mí todo es valioso, no me siento por encima de nadie, me siento con el derecho de expresarme como quiero porque lo hago desde el vamos con todo el respeto. No me voy a poner a hacer payasadas.
—¿Cómo ha sido su historia con la pintura y con la poesía en este intento de plasmar ambas disciplinas?
—¡Eso es lo que me estoy preguntando! Porque todo sucedió de golpe. Resulta que un día, curiosa como todo artista, fui a ver la exposición en Rosario de Carlos Valdés Mujica, un imaginero laquista, mi maestro laquista, no había otro laquista en América. ¡Uy, cómo se entusiasmó con mi trabajo! Desde entonces me decía: “Beatriz, tienes que pasar tus trabajos a la tabla”. Mis temas siempre estaban ahí, vinculados con el paisaje. Entonces apareció en mí esa inquietud. Me dije: en sus orígenes el mensaje religioso es un mensaje de luz, y yo no voy a repetir el Evangelio, pero quiero que transmita la alegría de vivir por sobre todas las cosas. Expuse en todos lados, en las mejores galerías en Buenos Aires. Allí, un muchacho que cuidaba las galerías en ese entonces, me dice: “Póngase contenta porque los del Di Tella, cuando usted no está, vienen a agacharse, a mirar por todos los costados, porque les llama la atención lo que usted hace”. Y bueno, dije yo, que miren, que pregunten, si es un diluido sencillo como usaban los italianos del Cuatrocento. Eso eran los íconos -nada más que los hacían de dos metros de alto-, esos santos que mostraban cuál era la verdad espiritual.
Que se contrapone a esa premisa tan conocida de que sólo de lo oscuro y lo doloroso surge la creación.
—Claro porque ¿para qué creamos y nos jactamos de ser poetas? Para ser instrumentos de la luz: no podemos andar en son de lo oscuro. Cuando era adolescente pasaba por etapas de rollos, y decía “ya se me va a pasar”. Y hasta que no se pasaba no volvía a escribir.
—Resulta difícil pensar que en este mundo la poesía pueda encontrar un sitio.
—La poesía siempre fue como un solo mensaje. Lo arruinaron después, con las escuelas del psicoanálisis, las modas. Entonces los inocentes creen que: “Ah, por ahí es” y se largan en tropel y no es así. Lo sencillo, eso es. Y te digo que la poesía que yo escribo, me estoy dando cuenta ahora -pero no me mareo por eso- tiene importancia en el sentido de que he señalado lo que han señalado otros maestros de la plástica: la sencillez. No hay otro camino. Cambiará el paisaje, el telón de fondo, pero siempre los habitantes del misterio están ahí esperando que uno diga: “ah, vos sos mi amigo”. Siempre me atrajo el misterio. Pero no el misterio truculento, de novelón, sino el del ámbito, el misterio del acontecer. La casa de mis padres era chiquita en Rincón, y a mí todo me impresionaba. El olor a humedad de las habitaciones cerradas tenía que ser traducido en algo. Traducir el recuerdo de la casa: ¿qué es lo que primero se fija? Los recuerdos de la infancia, la adolescencia, de acuerdo a su drama interior ¿no? Pero el drama es uno solo. El drama de existir felizmente no se extingue ni se extinguirá nunca. Entonces cada uno lo aborda desde su puente, su puentecito. Eso es todo, nada más. Nada más, y es con la obligación de compartir eso que yo voy prodigando lo que sé con gran generosidad. Yo quería hacer algo que fuera legítimo, no una innovación porque sí. Yo no quería “impactar” sino legitimar una voz.
—Ha dicho que nunca corrige sus poemas, porque el poema se revela. ¿Habría alguna relación entre su poesía y el haiku?
—Es así, simplemente se van amontonando los aconteceres y bueno, no los puedo desechar, son hijos de mi alma. Vos sabés que cuando empieza un poema sigue, sigue, sigue. Alguna vez dije: “mis libros se escriben solos”. Yo no llegué a ninguna poesía japonesa. La encontré a la vuelta de la esquina y dije: “ah, somos amigos”. No hay nada separado en la historia de la cultura, aparentemente hay etapas, por supuesto, pero está todo convocado.
Como ese poema que dice: “Recuerdo a mi antepasado sioux...”
—(Sonríe) “sentado en su verde pradera/ Del lago de sus ojos/ brota la dirección del viento/ antes de que el viento pase”. Es algo vívido, está incorporado a mi realidad. No somos seres extraordinarios porque nos decimos poetas, somos extraordinarios porque hemos tenido la suerte de nacer en este planeta, así como está, todo estropeado, pero con una historia de siglos y eso no se puede olvidar. Sucede como quien junta piedritas en la playa, “a ver”, dice, y junta las más simpáticas y las pone en una bolsita. Pero si uno se pone a ver y a dialogar con esa piedrita, esa piedrita tiene mucho que contar. Todo tiene mucho que contar.
—¿Cuáles son los autores a los que relee?
—¡Y ahora tengo que pensarlo! Recuerdo que mis padres eran buenos lectores, entonces yo me nutría de esas lecturas, del siglo XIX. ¿Qué autores? Los franceses, Emile Zola. Después los rusos, Maiakovsky me entusiasmaba. Yo no estuve de acuerdo con los poetas suicidas, ¿por qué se tenían que aniquilar? A esos de entrada los puse aparte: “esto no es”, decía. Tuve buenos amigos, como José Portogalo, ¿lo oíste nombrar? Bueno, un día, cuando había cantidad de casas que se alquilaban él dice: “yo me vengo a vivir acá, al lado de ustedes”, y se vino a vivir al lado nuestro. Mirá, todo lo que yo aprendí sobre poesía, creo que lo aprendí de la época nuestra, en la cocina nuestra, y él hablaba, él era sociable, había sido canillita, vendía diarios y enseñaba a bailar el tango, José Portogalo. Pero como buen tano era machista... Todo el que era buen poeta ha dejado su marca y ya que hablás de los japoneses, a mí me impresionó la síntesis de la poesía japonesa. No amontonaban palabras ni discursos sino que el poema estaba ahí, inamovible, como una presencia. Yo lo que más admiro en cualquier ser vivo es el respeto.
—Es muy difícil aprender eso.
—Ah, se emplea toda una vida. No es fácil. Yo siempre tuve una cierta distancia de la moda y todo eso, me apabullaba esa gente que decía que sabía mucho... Desconfío de la gente que dice que sabe mucho. Nadie sabe lo suficiente. Cuando llega a la última palabra, al último interrogante, que es la síntesis, se queda calladito en el umbral, como un chico que no sabe qué pedir cuando solicita una limosna. Eso es lo que hay que hacer y hay que hacerlo con el mayor respeto.
—Como ese poema de “El collar de arena” que dice: “la playa exalta mi sombra / en tanto el mar sea mar, no moriré”.
—Claro, porque yo no creo en la muerte, yo creo que somos una vibración infinita. No soy de ninguna secta, no te asustes. Esa es la traducción verdadera, en mí, en otro será de otra forma, de las circunstancias del existir.
—¿Viajó usted, Beatriz?
—No, no viajé nada, fui dos veces al Paraguay, en barco, como era mi ilusión, conocer el alto Paraná, eso sí, qué lindo. Yo creía, ingenua, que el río era así, derechito, no me imaginaba que daba tantas y tantas vueltas. De eso estoy feliz, de haber conocido el alto Paraná. El atardecer en el alto Paraná es lo más hermoso. Después de eso ¿qué escribir? Lo “obvio”, un tema que le suele gustar a mi nieto: “obvio”, dice; bueno, lo obvio ponélo a un costado, y lo otro ya vendrá solito y descalzo. Yo era quien tenía que intervenir aquí, “yo” el duende, “yo” el desconocido. Siempre te vas a encontrar con desconocidos, siempre es cuestión de no temerles, sino de averiguar a tiempo con qué intenciones vienen. Y que no se tergiversen mis palabras, que no se tergiverse el mensaje. Para mí, mi mensaje es la luz, ya con eso está bien, después cada uno le da el vuelo que cree. ¿Sabés lo que yo hago a veces? Caleidoscopios, mi padre me enseñó cuando era chica, viste que es una aparente ilusión. Así es la poesía, también.
—¿Qué les diría a los que comienzan a escribir poesía?
—Que sean humildes, como siempre. Lo más humilde es seguir. No la moda, no la estridencia, sino una decantación, como la gotita de agua, ahí viene lo cristalino... Y lo otro, lo otro no vale la pena recogerlo.



Selección de poemas de Beatriz Vallejos por Selva Dipasquale


De, “La rama del seibo” 



Libertad, dinastía del aire



Estoy borrando los siglos.

La mujer se vuelve,
de sus manos brota la alfarería,
la agricultura, el tejido.



Ese es su reino, ese es su reino, alegría.

Estoy borrando los siglos.
El hombre está
donde su mirada no llega,
el amplio mundo.



El hombre sueña.

El hombre es un poema.
La mujer cantaba arrodillada en su quehacer.
La mujer le dio a beber un mensaje.



Se extendió más allá de la luz:

Sólo me siento libre
Cuando soy capaz de crear.




Alfarero de sí



-Vasija encantada, forma

de las formas, contéstame.



-Y el cántaro, extasiado de penumbra,

redondeó la luz.




Yunque



Y para el prisma donde está su rostro,

Una lágrima dura
Doblaron con el pan que le forjaron.




Mamá amasa



Por la señal de los tantos jueves,

y de iguales domingos,
mamá amasa y alisa el pan.



mamá nos ama



Si las montañas son así

El volcán de harina es así.



El aire, y tú



Te miro, estás lejano.

Y como quiero rodearte en ti mismo,
soy, apenas el aire,
dibujándote.




De María un corderito tenía” 



María un corderito tenía



-“María un corderito tenía,

su pelo era blanco como la nieve”
-En portugués “María un corderito tenía”,
-En el dulce dialecto de Flandes,
“su pelo era blanco como la nieve”
-Maschenka
-Un corderito tenía,
-“Su pelo era blanco como la nieve”
-María en hebreo un corderito tenía.
-Su pelo era, en griego, blanco como la nieve.
-María un corderito tenía
en el idioma de las gárgaras del rocío
-En el idioma del pan
-(¿es que hay un idioma del pan?)
-Su pelo era blanco como la nieve
-En inglés. ¿Quién un corderito tenía?
-María un corderito tenía en inglés.
-Tenía María un corderito, en el idioma
del ébano y de los tambores
-y también maravilla su pelo era
blanco como la nieve.
-Lo volveremos a cantar todos los días:
-El corderito era blanco como la nieve
y María una niña
en el idioma de las gárgaras del rocío,
en el idioma del corderito blanco como la nieve.



de Otros poemas



Fácilmente demostrable



El vivir

es eso que sabes 
mejor que yo.



Qué le diera a las palabras

batir poemas, ilusorios afiches,
superestructuras de la sangre
que late, late, late, late?



Proyección


Un río pasa por galaxias lejanas.
¿De qué colores todavía no inventados?



La hierba



Por todo bien por todo mal regreso.

Por todo bien, himnos.
Por todo mal, pésame.



Por todo bien por todo mal.

Es la vida.
El rostro grave de la fe
que se nutre sin selección posible
de todo bien y todo mal. Soy la hierba
acaso un ígneo resplandor del olvido,
que todo guarda al fin.




De, El collar de arena



El grito



De orilla a orilla

como si no hubiese nadie.




Pasaje de luz



La sombra de las hojas

Ilumina las naranjas.




Un picaflor asentado en una rama

bajo la llovizna



Largo tiempo estuvo así.

Bebimos el tenue
silencio tornasol.
Y recién entonces
levantó vuelo.




Bajo la copa de todo amanecer



Cedía el aire su pequeño paso,

los tréboles el malva
y una flor otra flor.



Las torcacitas

Caminaban de a dos.




Chuang Tze



Tan cerca,

tan apenas tan cerca
o lejanísimo, tan solo
un hombre así
posado
en una mariposa.




Familia



Alrededor de la mesa

regresan como regresábamos.



Recordarán que fue así

lo que ahora escribo.




Eslabón abierto



Si aparto lo que creo que sé

¿qué queda de mí?




Relatividad



De la distancia

entre la semilla
y el sol
comprendo
que todo es posible.





La muerte

descansa
en los colores.





La garza



En el arrozal

una garza
sola
y
una garza
sola
y una garza
sola.



En el arrozal

una garza.




Por encima del silencio



Orillas del Salado

Santa Fe




Camalotes patéticos

por encima de latas
por encima de vidrios
por encima del silencio.



Quién sabe la piedad

la impiedad.
Quién sabe la vergüenza la exquisitez.
El paisaje sobre ruedas, quién sabe.
Casualmente de otros esotéricos
símbolos quién sabe, arrojados:
podridas gomas, podridas hojas.
Esa zapatilla en el barro
perdió su pie, quién sabe.






La poesía es una llama perenne.





De, Del cielo humano 




Antes del poema



en cada rama

antes
antes



Sólo allí quiso ser.




Cardo



del viento



te has vuelto



alrededor





El arco iris



allá allá



todavía se ve



detrás del pino




sonreímos en medio



de la calle



como otro color



del cielo humano





Triste




quedó ahí



campanillas levemente doradas



intentan



distraer





Serena conexión



Una pequeña mujer china



como sería yo



bordó esta pequeña pantalla



de rafia y de colores



como lo haría yo




Leo sus manos



Leo su absorto perfil



bordando un pequeño detalle:



“Yo soy”





De Del río de Heráclito




Pincel



Baja del pincel



un benteveo absorto.




Los ríos



La humanísima vez



que cae una lágrima.




Tarjeta de humo




apantallan

aguardan
de una nada
un algo




Quinta del zorzal



Melodía de un solo llamado

el oculto asiste
la hebra de la luz
flauta atardecer



Sabe él los límites

donde la sinfonía transita
iridaciones
trasluz del jacarandá
del cielo a la altura
o de los pasos; es que trae
la señal? Y
algo de jazmines silabea
la transformación de la música
en fragancias
añejas veladuras
de fresias
escritura secreta
del enhebro del aire



es una isla él

un anillo de agua
en el contorno de su canto?



vibración de castaños

reflejos de panal
participación del misterio
en bisbiseo de pétalos



maternidad de la magnolia



el combado de esa floración celeste



O si retrae para sí el silbo

y anuncia la distancia que distrae
esa órbita del corazón que señala
ausencias de otro tiempo entonces;
otro estremecimiento de hojas
el sereno
el rocío de la oración
frente para abrevar estrellas



lejura sí, insondable, pero arabesco

gota de la pureza
donde los ecos devenían azul



al profundo. Era

su testigo de horas
brevedad



regresa pájaro

a este follaje que te implora



dónde estás

cuando la lluvia inclina
y velamos la noche
la llama
perfecta en su ascensión



Ofreces el silencio

música guarecida
todo es tu ámbito
sin otra intermitencia
que el relámpago



Después de la lluvia

los árboles sacuden luciérnagas
también mis palabras guiños ráfagas



qué otra significación tendría

seguir la fosforescencia de la noche
el curso del poema





la quietud

es el movimiento 
de la rosa





antes 

de la perfección
fue
la perfección




Pétalos,

pétalo,
pétalos.



y de nuevo la rosa.




De Pequeñas azucenas en el patio de marzo



No es tinta

ni papel
ni significado
una palabra me sostiene
en medio de mí.



Qué pretendo



En letra de hormiga

la tinta malva
la lapicera de bambú
un chico pide pan
exquisiteces inocentes
qué pretendo
en letra de hormiga.



De, “Lectura en el bambú”



La imagen 



se despereza de la luz

y funda la memoria




De, “Sin evasión”



Sin evasión



bajo la nube tóxica

escribo poemas



bajo la nube tóxica

escribo poemas



poemas sin palabras

bajo la nube tóxica




Mantillo



Estrellas de humus islas

Y nosotros humus
nosotros aromito




De, “AL ÁNGEL”



Al colibrí



Señor de la brisa ven a libar mi alma

Mi alma es una taza de universo



La rama del coral es frágil

a la tormenta del sur
La rama del coral es frágil



Señor de la brisa ven a libar mi alma

Mi alma es una taza de universo




Beatriz Vallejos


 Fotografía: Jorge Capatto.


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